En línea con los reportes del Observatorio de la Deuda Social que periódicamente difunde la Universidad Católica Argentina (UCA), Unicef publicó un informe en el que sostiene que en Argentina dos de cada tres habitantes son pobres o están privados de derechos básicos a la educación, la protección social, una vivienda adecuada, el agua o un hábitat seguro. 

Del dramatismo que encierran estos datos estadísticos da pábulo que siete de cada 10 niños, niñas y adolescentes se encuentran bajo la línea de pobreza.

Basta con tomar nota que se erigen 6.467 barrios populares, villas y asentamientos de todo el país, que en total ocupan una superficie tres veces más grande de la que de la Ciudad de Buenos Aires y en los que habita el 12% de la población, unas 5 millones de personas.

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De la acumulación de datos de barrios populares que centraliza el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP) desde 2017, surgen falencias sociales que dejan al descubierto la vulnerabilidad de estos sectores.

En grandes números, el 66% de los residentes de estos lugares no accede a un suministro formal de energía eléctrica, el 92% no cuenta con agua potable, el 97% no está conectado a la red cloacal y el 99% no recibe el suministro de gas domiciliario, por lo que debe comprar onerosas garrafas o usar los peligrosos braseros.

"Más del 70% de la conformación de los barrios populares de la Argentina se dio de una manera que se conoce como ‘ocupación de tipo hormiga’: una familia o un grupo de familias se asientan en un lugar que estaba abandonado, donde nadie está haciendo uso de la tierra, y después van convocando a otras", reflexionó Juan Maquieyra, director de la organización social Techo Argentina.

"La vida de los barrios populares es la de gente que trabaja, que festeja cumpleaños, que llora y se alegra por las mismas cosas que los vecinos de otros barrios, pero sólo son noticia cuando sucede algo excepcional", abogó Maquieyra.

Desde que fue convertido en política de Estado hace 9 años, para promover la inclusión social y urbana de quienes viven en villas y asentamientos del país, el RENABAP dependía formalmente de la secretaría de Integración Social y Urbana, aunque siempre con Techo Argentina como unidad ejecutora.

Formar parte del RENABAP le otorga a los barrios un paraguas de legitimidad y representa un primer paso para que, mediante obras de infraestructura, el Estado los integre al tejido urbano.